lunes, 27 de febrero de 2017

Capital y trabajo II



Trabajar, la maldición bíblica. Para creyentes y no creyentes como todo ser viviente debe trabajar para cubrir sus necesidades.
Decíamos que  el trabajo fue lo primordial, de lo a él detraído se fue formando el capital. Como ejemplo más evidente, las pirámides de Egipto. El trabajo de generaciones  se generó el capital del que dispone el pueblo egipcio actual. Pero hemos de tener en cuenta que ese capital no lo formaron sólo los que intervenían en la construcción directa sino también los agricultores de cuyos excedentes se alimentaban aquellos y los guerreros que defendían sus fronteras entre otros.
La apropiación de ese excedente del trabajo, fue el segundo paso. Aquí es necesario insistir en que tener significa por necesidad tener que mantener y por tanto no es suficiente detraer momentáneamente para generar un capital, sino que necesariamente hay que seguir detrayendo para que aquél tener, pueda seguir existiendo. Aquí podríamos colocar el término amortización. Hay que diferenciar entre amortización real y contable pues muchas veces no se tienen claro ambos conceptos. Amortización contable es un pre supuesto, es decir un cálculo de vida del bien que se tiene. Este cálculo se mantiene como una entelequia, útil si se quiere pero no deja de ser un pre supuesto, algo para orientarse en la previsión pero lo importante es la amortización real, es decir, el esfuerzo con que se generó el bien, dividido por el periodo de tiempo del cual se ha disfrutado de su existencia. Bajo el punto de vista de la amortización real, las pirámides de Giza no puede decirse que estén amortizadas, ni se puede hacer el cálculo de su valor aunque conociéramos el valor del trabajo realizado siglos atrás.


Para que siga existiendo un bien, hay que gastar esfuerzos en su mantenimiento, es una perogrullada pero está en el origen de la apropiación de parte del valor del trabajo. Supongamos que se construye un molino de agua para moler grano. Si todo el beneficio obtenido se destina al disfrute, no se dispondrá de medios para reparar la rotura de una pala.
El medio por el cual se decidió asegurar que la pala será reparada fue el de la apropiación por un reducido número de participantes de unos excedentes generados por los trabajadores directos. Hay otros métodos, no cabe duda pero el que se ha demostrado como no viable es que cada uno de esos trabajadores detraiga voluntariamente una parte a cubrir esas contingencias propias de mantener y en su caso reproducir el sistema. Todos los sistemas de cooperación que se implantaron durante el siglo XIX, fracasaron.
De la previsión de las necesidades seguras para mantener el ser humano es la previsión de la vejez, pues bien, hubo de recurrirse a la imposición, a la obligatoriedad para que cuando llegara la fecha ineludible se dispusiera de medios para sobrevivir. Que tal imposición sea enmascarada por la aportación por parte de la empresa de una quinta parte de lo obtenido por el trabajador no es más que eso enmascarar que lo aporta el propio trabajador al cual se le ha obligado a no disfrutar el producto de su trabajo en el momento en que lo obtiene.
Algo hay en el ser humano una tendencia hedonista innegable que para vivir en sociedad debe moderarse. En los primeros tiempos fue la religión la que, con la promesa del Paraíso, una reencarnación mejor o cualquier otro subterfugio, hizo el papel de moderador de esa inclinación humana. Hoy en los países occidentales no basta con ello, no vamos a entrar en disquisiciones del porqué, simplemente es un hecho evidente.
También es un hecho evidente que para mantener nuestro estilo de vida occidental tenemos mucho, autopistas, puentes, jardines, museos etc. y por tanto el esfuerzo para mantenerlos se multiplica exponencialmente. Pero no sólo para mantener el disfrute, sino los medios de producción, aquellos que aseguran que se seguirán produciendo.
¿Estamos seguros de que cada uno de nosotros seríamos capaces de detraer periódicamente una parte de nuestros ingresos para destinarlos a mantener aunque sólo fuera nuestro puesto de trabajo? Uno a uno contestaríamos afirmativamente pero en cuanto a si lo harían otras personas que conocemos no me cabe la menor duda que la respuesta sería la contraria.
¿Dónde está pues el origen de la acumulación de capital?

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