lunes, 27 de febrero de 2017

Escultura en piedra en Zimbabwe



Este desdichado país al norte de Sudáfrica tiene una torturada historia. Fue explorada por el inglés Sir Cecil Rhodes a la que debe su nombre colonial, Rhodesia del Sur para diferenciarla de su homónima Rodesia del Norte, la actual Zambia. Se independizó unilateralmente del Reino Unido por decisión de un hombre blanco, Ian Smith, en 1965 tomando la forma de república. Eran los tiempos del apartheid. Fue una época dura, de sanciones internacionales que terminaron en 1975 con un gobierno de transición hasta su independencia efectiva en 1980, cuando ganó las elecciones el ZANU con Robert Mugawe, de tendencia socialista totalitaria. Afloran entonces los odios raciales y la población blanca es hostigada, comienza el exilio y la ruina más absoluta. El socialismo irracional se templa, pero las elecciones sigue ganándolas el Sr. Mugawe. En 2000, se exacerba la reacción frente a los pocos colonos blancos que quedaron y la lucha política con su rival el MDC (Movimiento democrático para el cambio) La inflación se dispara literalmente, alcanzando cifras del 100.000% en 2008. Un dólar americano cuyo cambio oficial era de 24 dólares de Zimbawe en 1998, se cambiaba por la cifra de 1000.000.000 en 2008. Se imprimieron billetes de 50.000.000 de dólares zimbabuenses. Superaron con creces a la clásica hiperinflación de la República alemana de Weimar. Ahora simplemente el dólar de Zimbabwe no se usa, sólo la pula de Botswana, el rand sudafricano, la libra esterlina y el dólar son las monedas circulantes.
 

En este país convulso que no acaba de encontrar su camino, con un potencial turístico importante, las cataratas Victoria y su aeropuerto están en su territorio, apareció hace años, en tiempos de la colonia una idea muy interesante: se propuso crear un Museo, la National Gallery de Zimbabwe en Salisbury entonces, hoy Harare, la capital y se llamó a Frank Mc Ewen, un agregado cultural del British Council en París para hacerse cargo de él, corría el año 1957.


Ruínas del gran Zimbabue

Mc Ewen, un estudioso del arte, pasaba un mal momento. Creyó en el arte de vanguardia pero desengañado de la evolución del mismo en occidente, aceptó el cargo y se mantuvo en él  hasta 1973. Su recorrido no fue fácil ya que se dio cuenta del potencial artístico de los nativos, chocando frontalmente con los blancos detentadores del poder que consideraban las obras nativas como primitivas e indignas de la National Gallery, pensada más bien como acumuladora de arte occidental, pero aguantó y estimuló el talento artístico de los Shonas, la tribu mayoritaria del país.



En Zimbabwe, la población originaria, los Kohisan, los san, los bosquimanos que por estos nombres son conocidos, se vieron desplazados por los bantúes venidos del norte, los actuales habitantes, que se distribuyen irregularmente el territorio: los Shonas, que son el 80%, repartidos por todo el país y los Ndebele o Matabele, que mayoritariamente ocupan el sur  y representan el 15%. Ambos grupos tienen un sentido artístico innato y cultivado dando lugar a un fenómeno poco o nada frecuente en África, la escultura en piedra. No sabemos si se inspiraron en la otra gran rareza existente en Zimbabwe en comparación con el resto del África negra. Nos referimos al Gran Zimbabwe, la capital de un reino existente allá por los siglos XIV – XVI que construyó en piedra su ciudad amurallada y no precisamente con piedras blandas, sino con granito tallado formando ladrillos dispuestos sin necesidad de argamasa. Zimbabwe en lengua indígena significa “casa de piedra”.

Para llevar a cabo su proyecto, Mc Ewen creó anejo al Museo, una escuela taller de arte africano, pintura, textiles, talla en madera… Desgraciadamente esta escuela taller desapareció en 1976. Paralelamente, su esposa, Mary Mc Fadden creó la escuela taller de Vukutu, cercano a Harare, ayudada por el escultor Takawira que pasó de tallar la madera a la piedra.

También se interesó por la talla en piedra un granjero de origen sudafricano, Tom Blomsfield, cuando observó que su finca de Tengenenge a unos 150 Km de Harare, dedicada al cultivo de tabaco y en franca decadencia por los difíciles tiempos económicos que pasaba el país,  era rica en piedras muy especiales del cono africano, serpentinas, verdita, nefrita, etc. Recogió artistas de todo el país y estimuló el sentido creativo de muchos de ellos. Hoy su legado se plasma en un museo donde se exponen piezas talladas a lo largo de estos años. Actualmente se sostiene con las ventas y la ayuda del African Art Promotion, una sociedad holandesa.

Roy Guthrie, otro pionero fundó cerca de Harare el Chapungu Sculpture Park, aunque los acontecimientos políticos le llevaron a trasladar la sede principal a los EEUU.

Otros centros se interesaron en la formación de escultores en piedra, misiones como la suiza Serima Mision o la católica Silvera House. El resultado es que se ha creado una nueva forma de generar empleo en un país que lo necesita y tiene cuerpo (piedras) y alma (sentido estético) para que además nos deleitemos con sus creaciones.


La obra de los escultores de Zimbabwe, no es anónima como frecuentemente se da en África, la inmensa mayoría  la firma. También es de destacar que casi todos trabajan los bloques de piedra con el mismo pensamiento de Miguel Ángel: “la escultura está dentro del bloque de piedra, solo hay que sacar el sobrante”. Lo han aprendido tan de memoria que no hay planos ni bocetos, ni siquiera en las obras singulares. Porque hay que reconocer que no solo trabajan piezas únicas sino también a demanda de los marchantes de arte y así junto a piezas inspiradas en sus creencias, orígenes y sentimientos, están las demandadas por la sociedad de consumo que no tienen nada que ver con el deseo expresivo del autor y responden a imitación del arte abstracto occidental, a la simplificación de rasgos que abaratan la producción o a la reproducción de animales de la zona aunque hay que reconocer que entre estos últimos hay piezas magníficamente trabajadas que junto a la calidad de la piedra utilizada son de un realismo y una expresividad apreciable.

Esta calidad de la piedra se la confiere su situación geográfica. Es una zona rica en minerales, Zambia es uno de los primeros productores de cobre, Zimbabwe de cromo, Sudáfrica y Botswana en diamantes. Es una tierra singular y sus piedras también lo son. Generalmente se emplean la serpentinas con múltiples variedades: la negra, de tonos oscuros con jaspeado verde, la piedra leopardo con manchas de diversos tonos; la nefrita, más blanda con líneas de algas fosilizadas; el jaspe rojo muy duro y a diferencia de las anteriores muy homogéneo y la verdita, una piedra semipreciosa de mayor dureza y calidad suprema, aunque también se trabaja la esteatita, más blanda, mucho más abundante en la naturaleza y por tanto de menor calidad y precio.

El artista se inspira en el tipo de piedra para realzar su obra con los accidentes de la misma que son su base de trabajo.  Las vetas coloreadas de la mayor parte de las rocas usadas en Zimbawe pueden tanto incrementar la obra de arte como deslucir completamente una talla y debe tenerse en cuenta al valorar la pieza. Así mismo la combinación entre zonas bastas y su contraste con la piedra pulida ayuda a destacar el mensaje del escultor.

Los avatares políticos y económicos antes descritos hacen que se distingan tres “generaciones” ya que en el interregno muchos tuvieron que abandonar la escultura por medios más inmediatos de procurarse el sustento. La ayuda holandesa, noruega, algunas escuelas confesionales y galerías de arte de sitios tan alejados como EEUU, Canadá y Australia siguen apostando por este arte africano que sinceramente, tiene necesidad de mecenazgo.

La escultura en piedra zimbabuense, ha tenido ya en la época temprana de Mc Ewen mucho éxito en las exposiciones a las que ha concurrido tanto en Reino Unido, EEUU, Australia, Holanda, Alemania. En España, la exposición universal de Sevilla de 1992, fue representada por varias obras de escultores reconocidos internacionalmente y en la bienal de Venecia de 2011 se expuso una muestra con enorme éxito.


Lo que puede definir este tipo de escultura es su origen inequívocamente africano pero con las particularidades que lo caracterizan: la base material es la piedra, cuando la escultura africana tradicional y más conocida es la madera; el tipo de piedra, en su gran mayoría se trata de rocas típicas de esta zona de África; la firma de las obras por los artistas, hecho muy infrecuente en África y finalmente el gigantismo de algunos trabajos, cosa rara en África en que abundan las piezas pequeñas. Hay grandes esculturas monumentales, ello las hace aptas para la decoración de exteriores, parques y avenidas, por lo cual muchas de las exposiciones de este arte se han realizado en Jardines.

Sobre la base de la clasificación a la que tanto nos aficionamos los occidentales, se han distinguido tres generaciones, los pioneros 1956 – 1980 como primera generación, la segunda hasta los 90 representa ya el asentamiento de la técnica y la libre expresión artística y una tercera que muchos discuten como la actual y otros piensan que existe una cuarta a partir del 2000 en que empieza a faltar la originalidad de tiempos pasados y se someten a una mayor influencia del arte occidental.

Hay verdaderas sagas de escultores, los apellidos Mukomberanwa, Gutsa, Benhura, Munyaradzi, Nyanhongo, Takawira, se repiten en varias generaciones.

De la primera generación podemos citar a Nicolás Mukoweranwa, Thomas Benhura, Jovam Mariga, Henri Munyaradzi, Bernard Takawira, Silvester Mubayi, Claud Nyanhongo, los hermanos Mteki, Richard y Boira, Fanizani Akuda, Bernard Matemera, Chrispen Chakanyuka o Edward Chiwawa entre otros.

En la segunda ya más numerosa, destacan del clan de los Mukoweranwa, Anderson, Ennica y Nesbert, de los Nyanhongo, Agnes y Gedion, los Gutsa Tapfuma y Webster, los hermanos Gregori y Joe Mutasa, Norman Chapoterera, Samson Kadzungura, Edonce Rukodzi, Darius Chikumbirike, Beren Chikodzi, Eddie Maraya , los hermanos  Fabian y Colleen Madamombe, Gladman Zinkeya, Norman Shamayarira y otros.

En la tercera, también muy numerosa podemos citar a Takesure Benhura, los Mariga, Daniel y Walter, Pulagia Mutyaviri, Daniel Baradza, Lawrence Mukomberanwa, Vengai Chiwawa, Kututwa Godfrey, Elvis Mambura, Mhlaba Sanikele y muchos más.

En la escultura en piedra de Zimbabwe, en general se habla como equivalente a arte shona en piedra, pero hay muchos artistas de países vecinos como Amos Supuni de Malawi o Lameck Bonjisi de Mozambique.

Dada la monumentalidad de muchos de estos trabajos se hacen exposiciones en Jardines con objeto de venta en Occidente, sobre todo EEUU, Holanda, Alemania y Reino Unido y numerosas galerías de arte lo tienen como la base de su negocio artístico, incluso en países tan alejados como Australia. Como pueden observar en las fotografías que acompañan el reportaje el realismo del retrato es asombroso por lo que es otra de las posibles utilidades de estos magníficos escultores.

Por último, si se deja caer por Zimbabwe acérquese al Chapungu Park de Harare o al museo de Tengenenge que aunque queda lejos, unos 150 Km, tiene una oferta apreciable de turismo y podrá disfrutar in situ de las obras y del esfuerzo que hacen los habitantes de ese país para salir del marasmo en que están inmersos.

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