Este desdichado
país al norte de Sudáfrica tiene una torturada historia. Fue explorada por el
inglés Sir Cecil Rhodes a la que debe su nombre colonial, Rhodesia del Sur para
diferenciarla de su homónima Rodesia del Norte, la actual Zambia. Se
independizó unilateralmente del Reino Unido por decisión de un hombre blanco,
Ian Smith, en 1965 tomando la forma de república. Eran los tiempos del apartheid. Fue una época dura, de
sanciones internacionales que terminaron en 1975 con un gobierno de transición
hasta su independencia efectiva en 1980, cuando ganó las elecciones el ZANU con
Robert Mugawe, de tendencia socialista totalitaria. Afloran entonces los odios
raciales y la población blanca es hostigada, comienza el exilio y la ruina más
absoluta. El socialismo irracional se templa, pero las elecciones sigue
ganándolas el Sr. Mugawe. En 2000, se exacerba la reacción frente a los pocos
colonos blancos que quedaron y la lucha política con su rival el MDC
(Movimiento democrático para el cambio) La inflación se dispara literalmente,
alcanzando cifras del 100.000% en 2008. Un dólar americano cuyo cambio oficial
era de 24 dólares de Zimbawe en 1998, se cambiaba por la cifra de 1000.000.000
en 2008. Se imprimieron billetes de 50.000.000 de dólares zimbabuenses.
Superaron con creces a la clásica hiperinflación de la República alemana de
Weimar. Ahora simplemente el dólar de Zimbabwe no se usa, sólo la pula de
Botswana, el rand sudafricano, la libra esterlina y el dólar son las monedas circulantes.
En este país
convulso que no acaba de encontrar su camino, con un potencial turístico
importante, las cataratas Victoria y su aeropuerto están en su territorio,
apareció hace años, en tiempos de la colonia una idea muy interesante: se
propuso crear un Museo, la National
Gallery de Zimbabwe en Salisbury entonces, hoy Harare, la capital y se
llamó a Frank Mc Ewen, un agregado cultural del British Council en París para hacerse cargo de él, corría el año
1957.
Ruínas del gran
Zimbabue
Mc Ewen, un
estudioso del arte, pasaba un mal momento. Creyó en el arte de vanguardia pero
desengañado de la evolución del mismo en occidente, aceptó el cargo y se
mantuvo en él hasta 1973. Su recorrido
no fue fácil ya que se dio cuenta del potencial artístico de los nativos,
chocando frontalmente con los blancos detentadores del poder que consideraban
las obras nativas como primitivas e indignas de la National Gallery, pensada más bien como acumuladora de arte
occidental, pero aguantó y estimuló el talento artístico de los Shonas, la
tribu mayoritaria del país.
En Zimbabwe, la
población originaria, los Kohisan, los san, los bosquimanos que por estos
nombres son conocidos, se vieron desplazados por los bantúes venidos del norte,
los actuales habitantes, que se distribuyen irregularmente el territorio: los
Shonas, que son el 80%, repartidos por todo el país y los Ndebele o Matabele,
que mayoritariamente ocupan el sur y
representan el 15%. Ambos grupos tienen un sentido artístico innato y cultivado
dando lugar a un fenómeno poco o nada frecuente en África, la escultura en
piedra. No sabemos si se inspiraron en la otra gran rareza existente en
Zimbabwe en comparación con el resto del África negra. Nos referimos al Gran
Zimbabwe, la capital de un reino existente allá por los siglos XIV – XVI que
construyó en piedra su ciudad amurallada y no precisamente con piedras blandas,
sino con granito tallado formando ladrillos dispuestos sin necesidad de
argamasa. Zimbabwe en lengua indígena significa “casa de piedra”.
Para llevar a
cabo su proyecto, Mc Ewen creó anejo al Museo, una escuela taller de arte
africano, pintura, textiles, talla en madera… Desgraciadamente esta escuela
taller desapareció en 1976. Paralelamente, su esposa, Mary Mc Fadden creó la
escuela taller de Vukutu, cercano a Harare, ayudada por el escultor Takawira
que pasó de tallar la madera a la piedra.
También se
interesó por la talla en piedra un granjero de origen sudafricano, Tom
Blomsfield, cuando observó que su finca de Tengenenge a unos 150 Km de Harare,
dedicada al cultivo de tabaco y en franca decadencia por los difíciles tiempos
económicos que pasaba el país, era rica
en piedras muy especiales del cono africano, serpentinas, verdita, nefrita,
etc. Recogió artistas de todo el país y estimuló el sentido creativo de muchos de
ellos. Hoy su legado se plasma en un museo donde se exponen piezas talladas a
lo largo de estos años. Actualmente se sostiene con las ventas y la ayuda del
African Art Promotion, una sociedad holandesa.
Roy Guthrie,
otro pionero fundó cerca de Harare el Chapungu Sculpture Park, aunque los
acontecimientos políticos le llevaron a trasladar la sede principal a los EEUU.
Otros centros se
interesaron en la formación de escultores en piedra, misiones como la suiza
Serima Mision o la católica Silvera House. El resultado es que se ha creado una
nueva forma de generar empleo en un país que lo necesita y tiene cuerpo
(piedras) y alma (sentido estético) para que además nos deleitemos con sus
creaciones.
La obra de los
escultores de Zimbabwe, no es anónima como frecuentemente se da en África, la
inmensa mayoría la firma. También es de
destacar que casi todos trabajan los bloques de piedra con el mismo pensamiento
de Miguel Ángel: “la escultura está dentro del bloque de piedra, solo hay que
sacar el sobrante”. Lo han aprendido tan de memoria que no hay planos ni
bocetos, ni siquiera en las obras singulares. Porque hay que reconocer que no
solo trabajan piezas únicas sino también a demanda de los marchantes de arte y
así junto a piezas inspiradas en sus creencias, orígenes y sentimientos, están
las demandadas por la sociedad de consumo que no tienen nada que ver con el
deseo expresivo del autor y responden a imitación del arte abstracto
occidental, a la simplificación de rasgos que abaratan la producción o a la
reproducción de animales de la zona aunque hay que reconocer que entre estos
últimos hay piezas magníficamente trabajadas que junto a la calidad de la
piedra utilizada son de un realismo y una expresividad apreciable.
Esta calidad de
la piedra se la confiere su situación geográfica. Es una zona rica en
minerales, Zambia es uno de los primeros productores de cobre, Zimbabwe de
cromo, Sudáfrica y Botswana en diamantes. Es una tierra singular y sus piedras
también lo son. Generalmente se emplean la serpentinas con múltiples
variedades: la negra, de tonos oscuros con jaspeado verde, la piedra leopardo
con manchas de diversos tonos; la nefrita, más blanda con líneas de algas
fosilizadas; el jaspe rojo muy duro y a diferencia de las anteriores muy
homogéneo y la verdita, una piedra semipreciosa de mayor dureza y calidad
suprema, aunque también se trabaja la esteatita, más blanda, mucho más
abundante en la naturaleza y por tanto de menor calidad y precio.
El artista se
inspira en el tipo de piedra para realzar su obra con los accidentes de la
misma que son su base de trabajo. Las
vetas coloreadas de la mayor parte de las rocas usadas en Zimbawe pueden tanto
incrementar la obra de arte como deslucir completamente una talla y debe
tenerse en cuenta al valorar la pieza. Así mismo la combinación entre zonas
bastas y su contraste con la piedra pulida ayuda a destacar el mensaje del
escultor.
Los avatares
políticos y económicos antes descritos hacen que se distingan tres
“generaciones” ya que en el interregno muchos tuvieron que abandonar la
escultura por medios más inmediatos de procurarse el sustento. La ayuda
holandesa, noruega, algunas escuelas confesionales y galerías de arte de sitios
tan alejados como EEUU, Canadá y Australia siguen apostando por este arte
africano que sinceramente, tiene necesidad de mecenazgo.
La escultura en
piedra zimbabuense, ha tenido ya en la época temprana de Mc Ewen mucho éxito en
las exposiciones a las que ha concurrido tanto en Reino Unido, EEUU, Australia,
Holanda, Alemania. En España, la exposición universal de Sevilla de 1992, fue
representada por varias obras de escultores reconocidos internacionalmente y en
la bienal de Venecia de 2011 se expuso una muestra con enorme éxito.
Lo que puede
definir este tipo de escultura es su origen inequívocamente africano pero con
las particularidades que lo caracterizan: la base material es la piedra, cuando
la escultura africana tradicional y más conocida es la madera; el tipo de
piedra, en su gran mayoría se trata de rocas típicas de esta zona de África; la
firma de las obras por los artistas, hecho muy infrecuente en África y
finalmente el gigantismo de algunos trabajos, cosa rara en África en que
abundan las piezas pequeñas. Hay grandes esculturas monumentales, ello las hace
aptas para la decoración de exteriores, parques y avenidas, por lo cual muchas
de las exposiciones de este arte se han realizado en Jardines.
Sobre la base de
la clasificación a la que tanto nos aficionamos los occidentales, se han
distinguido tres generaciones, los pioneros 1956 – 1980 como primera
generación, la segunda hasta los 90 representa ya el asentamiento de la técnica
y la libre expresión artística y una tercera que muchos discuten como la actual
y otros piensan que existe una cuarta a partir del 2000 en que empieza a faltar
la originalidad de tiempos pasados y se someten a una mayor influencia del arte
occidental.
Hay verdaderas
sagas de escultores, los apellidos Mukomberanwa, Gutsa, Benhura, Munyaradzi,
Nyanhongo, Takawira, se repiten en varias generaciones.
De la primera
generación podemos citar a Nicolás Mukoweranwa, Thomas Benhura, Jovam Mariga,
Henri Munyaradzi, Bernard Takawira, Silvester Mubayi, Claud Nyanhongo, los
hermanos Mteki, Richard y Boira, Fanizani Akuda, Bernard Matemera, Chrispen
Chakanyuka o Edward Chiwawa entre otros.
En la segunda ya
más numerosa, destacan del clan de los Mukoweranwa, Anderson, Ennica y Nesbert,
de los Nyanhongo, Agnes y Gedion, los Gutsa Tapfuma y Webster, los hermanos
Gregori y Joe Mutasa, Norman Chapoterera, Samson Kadzungura, Edonce Rukodzi, Darius
Chikumbirike, Beren Chikodzi, Eddie Maraya , los hermanos Fabian y Colleen Madamombe, Gladman Zinkeya,
Norman Shamayarira y otros.
En la tercera,
también muy numerosa podemos citar a Takesure Benhura, los Mariga, Daniel y
Walter, Pulagia Mutyaviri, Daniel Baradza, Lawrence Mukomberanwa, Vengai
Chiwawa, Kututwa Godfrey, Elvis Mambura, Mhlaba Sanikele y muchos más.
En la escultura
en piedra de Zimbabwe, en general se habla como equivalente a arte shona en
piedra, pero hay muchos artistas de países vecinos como Amos Supuni de Malawi o
Lameck Bonjisi de Mozambique.
Dada la
monumentalidad de muchos de estos trabajos se hacen exposiciones en Jardines
con objeto de venta en Occidente, sobre todo EEUU, Holanda, Alemania y Reino
Unido y numerosas galerías de arte lo tienen como la base de su negocio
artístico, incluso en países tan alejados como Australia. Como pueden observar
en las fotografías que acompañan el reportaje el realismo del retrato es
asombroso por lo que es otra de las posibles utilidades de estos magníficos
escultores.
Por último, si
se deja caer por Zimbabwe acérquese al Chapungu Park de Harare o al museo de
Tengenenge que aunque queda lejos, unos 150 Km, tiene una oferta apreciable de
turismo y podrá disfrutar in situ de las obras y del esfuerzo que hacen los
habitantes de ese país para salir del marasmo en que están inmersos.
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