martes, 14 de junio de 2011

Capital y trabajo: ¿el huevo o la gallina?


Mirando hacia atrás sin ira, enseguida se despeja la incógnita, primero fue el trabajo y luego el capital ya que este se constituye sólo detrayendo de las rentas producidas por el trabajo una parte acumulable. Quién se apropió de este excedente es harina de otro costal. El caso es que cada vez es más necesario el capital antes de iniciar un trabajo sea este cual sea. Luego si en lugar de mirar atrás se hace hacia delante no hay más remedio que llegar a la conclusión de que ambos se necesitan mutuamente, el capital para sobrevivir y reproducirse para generar más trabajo y éste necesita al capital ya que el trabajo para dar frutos, aún en el supuesto de que el capital inicial fuera insignificante, tardaría en dar frutos y para vivir de él mediante el intercambio de tales frutos con otros trabajadores se requiere tener cubiertas las necesidades vitales diarias.
Hasta aquí son verdades de Perogrullo. Pero cuando se analiza aparecen otros aspectos nada desdeñables. ¿Qué es la propensión al consumo? Su propio nombre lo indica, está demostrado que en las rentas más bajas, es mayor la propensión al consumo y por tanto menor la propensión al ahorro que es la base de generación de capital. Además nuestra sociedad es una sociedad consumista. Tenemos pues un problema, sin capital no hay trabajo y sin trabajo no hay ingresos por lo que no se puede pensar en ahorrar. Soluciones hay varias pero ninguna será a gusto de todos.
Primera solución: la actual, detraer del trabajo una parte, por cierto cada vez mayor a fin de que la empresa o mejor dicho los empresarios se sientan predispuestos a invertir capital para generar trabajo. Para ello hay que lograr que se detraigan rentas suficientes para consumir al más alto nivel y ahítos de consumo no tengan más remedio que ahorrar. No es una caricatura, es la triste realidad. Según la ley de oferta y demanda, presente en el mundo desde que apareció el ser humano sobre la tierra tanto en regímenes capitalistas como en los comunistas. Sin ir más lejos en tiempos de la URSS ir a Moscú con tres pantalones tejanos podía solucionarte un mes de estancia en el país y no precisamente porque los adquirieran los capitostes del régimen. Bien como decía, si la ley de oferta y demanda es una ley “divina”, si no hay emprendedores, a los pocos que se arriesgan hay que “hartarlos” y si por otra parte las personas de renta medias y media baja no deciden llegar al día cuarenta del mes, el resultado será indefectiblemente una brecha entre potentados y proletarios.
Segunda solución: hacer borrón y cuenta nueva. Hacer desaparecer la propiedad privada y nacionalizar la riqueza. Bien, tiene varios inconvenientes entre ellos el que nadie está dispuesto a que desaparezca la suya. Recuérdese que durante la revolución de Octubre de 1917 en Rusia, la resistencia mayor la pusieron los pequeños propietarios y no la aristocracia que simplemente desapareció del mapa, llevándose eso sí, sus recursos a Francia entre otros países amigos. Además, los siervos que quedaron solo se mantuvieron en calma por las purgas sucesivas, el KGB y el recurso al alcohol. Pero además siguieron habiendo clases, el lugar de los aristócratas, lo ocuparon los adictos al régimen. Pero a mayor abundamiento tras setenta años, el hastío, el alcohol y tener la vida resuelta sin capacidad para regir el timón de su vida particular, el país quebró por desidia, falta de iniciativa y de perspectivas personales. No parece que esta solución que a primera vista es ideal, sea aplicable. De hecho, los comunistas se han reciclado a otras doctrinas menos materiales.
Tercera solución: El capital existe.(Perogrullada nº 2) pero dónde está es una incógnita. Una ley también “divina” como la de oferta y demanda, es que la competitividad es su motor. Por ahora a EEUU no le va mal; es el país más endeudado del mundo y quien le presta el dinero es ni más ni menos que China. Como se explica esta aparente contradicción, que un país de proletarios sea el financiador de un vivir por encima de las posibilidades. Hay varios aspectos a analizar: En primer lugar EEUU emplea gran parte de esta deuda en crear (aunque sea crear nuevas necesidades superfluas pero como dice una amigo “Tenemos que vivir todos”) no solo en gastar obsesivamente. En segundo lugar China ya no es un país comunista, es un país con un régimen único, totalitario, por tanto tiene pocos gastos de gestión política. Aún menos de gestión de servicios públicos, educación y sanidad ínfimas. Los chinos en su inmensa mayoría están semiesclavizados y con pocos derechos y muchos deberes. Aunque parezca una contradicción han optado por lo que decíamos antes que era la primera opción lo que pasa es que hay un solo patrón, el estado, pero ese patrón probablemente en EEUU y en cualquier país civilizado estaría en la cárcel por explotador.
Cuarta solución: Visto que ninguna de las precedentes es una opción óptima hay que procurarse una menos lesiva en este momento pero requiere un consenso por parte de las naciones civilizadas. En primer lugar recordar la frase de San Agustín, en el medio está la justicia. Oferta y demanda es ley “divina” y por tanto intocable, pero si no es global, sino que está restringida a una zona geográfica se moderará drásticamente. Lo mismo podemos decir del capital, si se sabe donde está, un día u otro aflorará y finalmente el trabajo o mejor el trabajador debe tener asegurados dos puntos fundamentales, una vida digna y capacidad de promoción y ello conlleva que su salario no esté sometido a la ley de oferta y demanda pura y dura sino que la delimitación geográfica también limite la competitividad tanto directamente (aumentar la masa proletaria para controlar salarios) como indirectamente, impidiendo que se importen productos fabricados sin las “trabas” que imponen los países civilizados (seguridad en el trabajo, pensiones de jubilación, sanidad a un nivel mínimo exigible). El inconveniente grave de esta cuarta solución son varias no obstante. En primer lugar, limitar la inmigración es un tema doloroso, dolorosísimo que repugna a la conciencia humana pero puede mitigarse, en primer lugar en los países con excedente de mano de obra debe procurarse un control demográfico acorde a las posibilidades del país (fue el primer paso que dio China) y en segundo lugar el capital podría acudir a esos países si sus gobernantes no fueran unos insensatos, que lo son. Recordemos que se invirtieron grandes capitales de la época colonial que se retrajeron y escarmentaron tras la desastrosa “gestión” de los nuevos “amos” (Mobutu y Mugawe por ejemplo). El hueco que dejaron libre lo ocupó China pero eso es otro tema. Como decíamos este capital que se decidiera a expatriarse debidamente controlado por supuesto tendría muy claro que sus productos no serían susceptibles de ser importados mientras las condiciones de sus trabajadores no fueran homologables a las exigidas en el mundo civilizado pero probablemente las rentabilidades serían elevadas porque progresar cuando se está bajo es relativamente fácil. Y esta es la calve de bóveda, prohibir las importaciones de países en los cuales no se den para los trabajadores unas condiciones mínimas de las exigibles en nuestro medio. Si no se hace así estamos condenados a seguir disminuyendo los salarios y empeorando las condiciones de vida, en fin, como se dice, repartir la miseria. No hace mucho se acuñó el término de “mileuristas”  pero en este momento infinidad de personas de muy distinta categoría social se darían con un canto en los dientes para recibir esta cantidad. Otro inconveniente es que el salario debe ligarse directamente al desempeño de una función útil pero además en escalas que estarán en relación con la demanda social y con la capacidad de adaptación a los cambios (trabajos obsoletos, formación contínua, etc…) por tanto será una sociedad no igualitaria a la que últimamente no estamos acostumbrados y por tanto el consumo no será universal. Otro aspecto que debe contemplarse es la reacción de aquellos países que se vieran perjudicados por este “cierre de fronteras”. Recordemos un poco de historia, la Segunda Guerra Mundial se inició por Alemania y Japón como una guerra de conquista cuyo móvil fue político pero respaldado por el capital y el trabajo. ¿No se han preguntado nunca por qué Hitler no se dedicó a fabricar Volkswagen en lugar de tanques? Si así lo hubiera hecho hoy aún tendríamos escarabajos circulando por nuestras carreteras. Quizá lo tenía pensado para después, una vez efectuada la conquista. China e India tienen poderosas armas y vistos en el apuro de tenerse que comer la producción ¿Cómo reaccionarían?.
Estamos pues en un momento muy delicado que va a requerir una política de encaje de bolillos y sacrificios en todos los niveles. Lo que ha pasado ha sido una locura colectiva y digo bien, colectiva, el capital pensando que el fordismo era ilimitado  y el trabajador pensando que podía consumir ilimitadamente y los políticos, ingenuos ellos o agarrándose a lo más fácil  que por cierto ya había descrito Luis XIV, aquello del “Laissez faire…” entreteniéndose con el sexo de los ángeles bizantino.

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