martes, 14 de junio de 2011

Etosha, el semidesierto vivo

El parque nacional namibio es uno de los de mayor extensión del mundo a pesar de que a partir de 1970 se redujo de los 90.000 a los cerca de 25.000 kilómetros cuadrados actuales. Su fauna es de una densidad insopechada si tenemos en cuenta de que fundamentalmente se trata de un terreno seco y semidesértico.

Al norte de Namibia se extiende este parque nacional que fue declarado como tal en 1958 durante la dominación sudafricana, aunque ya en tiempos tan lejanos como 1907 el gobernador de la entonces colonia germana, el barón Von Lindequist, la había reconocido como parque de caza. En aquel tiempo sólo era habitado por bosquimanos, los únicos capaces de sobrevivir en un entorno tan duro.
El parque está en el norte, a unos cuatrocientos kilómetros de la capital, Windhoek. Puede decirse que está dividido en dos mitades. La parte oeste no está aún abierta al turismo aunque existe el proyecto de crear una nueva entrada con su correspondiente zona residencial en Otjovasandu, comunicando internamente este puesto con Okakuejo, la entrada sur. La parte este del parque, la única visitable, tiene sólo dos entradas, Okakuejo al sur y Namutoni al este conectadas por una pista que discurre por los ciento treinta kilómetros que separan ambos puestos (en Namibia todo son distancias). Esta pista, bordea la gran llanura central de Etosha, etimológicamente enorme zona blanca, que da nombre al conjunto del parque. Esta enorme zona blanca es un lago seco que sólo en escasas ocasiones tiene apenas unos centímetros de agua, se trata del mismo fenómeno que se da en el relativamente próximo río Okawango, son ríos que se originan en las montañas del norte, descienden por un lecho rocoso hasta llegar a una zona donde la arena cubre la roca y el río se pierde literalmente. Los ríos Oshigambo y Ekuma, más modestos que el Okawango, no aportan agua suficiente para convertir Etosha en una laguna pero si para llenar algunos acuíferos y humedecer en profundidad permitiendo la existencia de una vegetación que lucha contra la salinidad del terreno y la intensa evaporación superficial con más o menos éxito pero permitiendo la supervivencia de toda una cadena trófica que arranca de ella.
El parque tiene sólo esos dos accesos que al mismo tiempo son zonas residenciales, Okakuejo y Namutoni. A medio camino entre ambos se abrió una tercera, Halali, de forma que sólo en estos tres puestos le será permitido pernoctar, sea en motel o camping, comer o beber. Prácticamente serán los tres únicos lugares donde podrá bajarse del coche con tranquilidad porque están valladas, aunque hay alguna zona de descanso y aseo donde se tiene la relativa seguridad de ausencia de grandes depredadores y también está permitido descender del vehículo. De todas formas al entrar se le comunica oficialmente que la entrada al parque es a su propio riesgo. La verdad es que sí, hay depredadores pero también es cierto que están controlados, si tiene suerte y paciencia no le será raro ver felinos con el correspondiente collar de localización pero no haga caso y piense que está en una zona absolutamente salvaje e ignota, siéntase émulo de Stanley y Livingstone por lo tanto tome en serio la advertencia de no bajarse del vehículo, entre los matorrales más insignificantes puede ocultarse el peligro. Una muestra, verá lo difícil que le será avistar una manada de leones si no es en los bordes de las charcas, eso si llega a verlos en campo abierto.
La flora pues, es variada, desde la sequedad y práctica ausencia de vegetación de la llamémosle laguna, se pasa a una vegetación rala que es suficiente para todo tipo de antílope y de ésta a arbustos y acacias donde pastan los pequeños tímidos y los que necesitan mayores cantidades de alimento. Árboles como tales hay pocos por lo que avistar jirafas es muy fácil, su largo cuello sobresale de la maleza con mucha frecuencia.
La zona más rica en vida salvaje es al sur de la gran llanura, al lado opuesto de la desembocadura de los ríos,  Okakuejo y alrededores. Es la entrada más habitual al parque y donde se encuentra la administración pero la estructura de estas zonas de albergue tienen características comunes. Se trata de zonas valladas con todos los servicios y una charca iluminada, de forma que el viajero insomne tiene la posibilidad de pasarse la noche contemplando a los visitantes sedientos y desde luego durante el día hay un continuo desfile de individuos y grupos donde puede comprobarse la jerarquía que impone el tamaño y el carácter de cada especie sin las limitaciones que supone estar en el coche.
Un torreón construido en 1963 advierte al viajero de que se acerca a Okakuejo que en lengua vernácula significa la mujer que pare cada año. Es el mayor recinto de los tres, el primero en construirse, 1957 y el que tiene la charca más visitada, elefantes, rinocerontes blancos y negros, cebras, jirafas, ñús, están casi asegurados, además de otros más pequeños aunque igualmente apreciables bestias. Multitud de ardillas de tierra se han instalado en sus terrenos venciendo su timidez habitual. También los sociables tejedores han hecho sus nidos en los árboles del campo evitando así que los elefantes se los destruyan, no siempre la presencia humana es mal recibida. Le será difícil ver felinos porque siguen sin tener simpatías por el hombre y prefieren las charcas despobladas.
Unos cincuenta kilómetros hacia el noreste está la siguiente parada, Halali, onomatopeya que indica el final de la caza en Alemania, el nombre es pues un canto a la esperanza. Se eligió este lugar, el último por ahora, en 1967 al pie de una de las pocas elevaciones del terreno formada por rocas de pizarra que sirvió a las tropas germanas para instalar un heliógrafo que comunicara Okakuejo con Namutoni. Su charca, cuyo nombre Helio rememora aquél uso, está menos visitada que la de Okakuejo pero tiene la ventaja de estar más cercana al mirador.
Namutoni, la entrada este es la que tiene más historia. En los inicios de la colonización se edificó aquí un fuerte para proteger a la guarnición. En 1904 este fuerte fue arrasado por los ovambos que se resistieron a la penetración alemana. La respuesta fue sangrienta hasta acabar con la rebelión y en 1906 se reedificó de nuevo. En 1956 se restauró y dos años más tarde se abrió al turismo. Un pequeño museo en el interior del fuerte recuerda las vicisitudes de la colonización con un sorprendente sesgo teutónico pero en fin. Así es Namibia, territorio africano, con aire alemán salpimentado por lo inglés y el afrikaaner. Su charca es, de las tres la menos frecuentada por los animales de pelo pero es la delicia de los  ornitólogos. Su campo está invadido por mangostas que buscan raíces e insectos en su cuidado césped e incluso unos facoqueros hacen acto de presencia paseándose entre los visitantes. Tampoco será extraño que vea algún coyote merodeando a la espera de una oportunidad de robarle el bocadillo.
Entre estos tres campos hay unos cuarenta abrevaderos, unos fuentes naturales permanentes, algunos a veces están secos pero son los lugares a los cuales debe dirigirse para poder admirar la gran variedad de especies que pueblan Etosha. Todos estos puntos están debidamente comunicados por pistas de fácil tránsito, los mapas le indicarán sin riesgo de pérdida donde se encuentran y los cruces están señalizados por tanto relájese y disfrute pero piense que los animales si bien se concentran en las charcas los puede ver en campo abierto por tanto no pierda oportunidades conduciendo rápidamente y recuerde que la entrada a los campos sólo es con luz de día, se cierra al anochecer para no abrir hasta la salida del sol. Está absolutamente prohibido conducir de noche.
Los abrevaderos más concurridos son los que están entre Okakuejo y Halali, también son estos los que con mayor frecuencia ofrecen avistamientos de leones y algún que otro leopardo, aunque para ello deba tener mucha suerte. De entre los felinos el más abundante es el guepardo pero no se preocupe demasiado si no ha visto ninguno, relativamente cerca, ya hemos dicho que en Namibia lo cerca está lejos, a unos ochenta kilómetros, cerca de Kamanjab hay un camping que como atractivo para su clientela dispone de un centro de recuperación de estos bellos animales que reúne las cualidades del galgo y de los grandes gatos. Como además son relativamente domesticables, podrá acariciar a alguno de los que no han podido ser devueltos a la vida salvaje, comprobará por sí mismo que ronronea como un gato.
Como la felicidad nunca es completa también observará que en varios kilómetros a la redonda alrededor de los puntos de agua la vegetación está limitada a unos pocos troncos secos, ellos es debido a una excesiva concentración de herbívoros que con la bebida ingieren las tapas que tienen a su alcance. Consuélese y piense que el resto del parque no está aún así.
Si bien los animales grandes son fácilmente visibles cuando se trate de los pequeños va a necesitar de la ayuda de un catalejo, así también para contemplar los lejanos vuelos de los buitres a no ser que tenga la suerte de tener un cadáver cerca, de animal se entiende. Si le toca esa lotería tome posiciones y prepárese para inmortalizar los próximos minutos desde un lugar seguro

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